Entre 1948 y 1956, la selección húngara jugó 52 partidos internacionales, de los que solo perdió uno, precisamente el que le consagraría como el mejor equipo del mundo y, posiblemente, de la historia del fútbol europeo, una nueva final del Mundial. Cuatro años después, la ciudad de San Salvador acogió la tercera edición de estos juegos regionales, y como anfitriones, los salvadoreños se agenciaron la medalla de bronce bajo la dirección del español Pablo Ferré Elías.